Prof. Graciela Sanchez

MI EXPERIECIA EN EL IMPENETRABLE

Al salir del Lote 58, en el Impenetrable Chaqueño, miramos para atrás y no tenemos la noción exacta de lo vivido…

A medida que recorremos el camino de regreso comenzamos a exteriorizar nuestras vivencias y recordar cada una de las anécdotas. Y es ahí…en ese momento cuando cada uno de nosotros piensa ¿Qué hicimos de especial nosotros para estar acá? ¿Por qué somos tan privilegiados? ¿Nosotros les dejamos a ellos lo mismo que ellos nos dejaron?

Y miramos para atrás y les aseguro que a nadie le gustaría ver lo que nosotros vimos…un pueblo en medio de la nada. Desvastado por las enfermedades: diarreas, tuberculosis, chagas (seis de cada diez personas está infectada) desnutrición, niños empiojados, llenos de parásitos. Nos dimos cuenta que pertenecer a una comunidad aborigen en la Argentina parece ser un pasaporte casi directo a la exclusión. Una clara muestra de esto es el limitado acceso a un derecho humano fundamental: "la salud"

Perros flacos, huesudos, ojerosos como sus dueños, cómo no van a estar así…no hay alimentos para las personas, menos para aquellos animales que les tocó en suerte nacer en ese lugar pero que son de gran ayuda cuando tienen que salir a cazar para sobrevivir.

Cómo puedo describir a seres que viven en condiciones infrahumanas, se te acercan despacito…te hablan bajito, en su lengua, te tocan poco, no sonríen nunca…las mujeres son las que más se animan a realizar un pedido para el próximo año…o pelear un poco para conseguir alguna cosita…o venderte una canasta, una imagen tallada en palo santo, una yica o algún collarcito…sólo te miran y esperan que te des cuenta que ellas están horas paradas allí para ganarse un peso que será lo único que vean por muchos días. Se te oprime el corazón cuando las ves rodeadas de niños… madres y abuelas jóvenes que nunca cuestionan la llegada de otro ser a la casa, que pasará a formar parte del hacinamiento familiar en el que viven, compartiendo sus ranchos de paja y barro infectados de insectos….o de sus chozas precarias hechas de nylon y prestas a desarmarse cuando hay que buscar alimento en otro lado porque acá ya no hay más.

La escuela les brinda la única comida decente que consumirán en el día, sino se arreglarán con tortillas (hechas de harina y agua) para los que alcance, si es que hay un poco de harina.

El agua…es todo un tema, literalmente no hay. El gobierno les ha construido unos aljibes y les provee agua cuando están disponibles y tienen ganas…sino consumen aquello que pudieron juntar en las aguadas (si es que llueve) compartido con los animales.

Cómo describirles la sensación de ir a visitar un cementerio aborigen…compartir con la familia una oración, ellos nos pidieron que los acompañásemos para hacerles sentir a sus muertos nuestra presencia.

Cómo detallarles la hermosura del impenetrable…contarles que sus habitantes fueron los primeros pueblos que ocuparon nuestro territorio y que todavía continúan trasmitiendo a sus hijos su cultura, su medio de subsistencia, sus tradiciones…que tenemos la suerte de contar con pueblos originarios…Todos los que fuimos nos pusimos una mochila con mucha responsabilidad…la misma mochila que aquellos que debieran cargar dejaron abandonada a su suerte…hipócritas políticos, llenándose de dinero a costa de un pueblo que está condenado a desaparecer.

Hoy leí esta frase que traduce mis sentimientos: “los seres humanos tenemos una misión en esta vida, algunos viven sin saber que la están realizando, otros sólo viven sin realizarla nunca, y otros, como yo, damos gracias por estar en ella”.